Ya en la antigüedad mas antigua, los padres
próceres de la humanidad se valían de la técnica pictórica conocida como
pintura rupestre para dejar constancia de las costumbres y vivencias mas relevantes en la pared de su cueva. Este arte fue evolucionando a través de los
crones, pasando a medios mas manejables como el lienzo o el papel, se conoce que en ese momento se inventó la mudanza y la gente quería llevarse su decoración de un sitio a otro, así que el nuevo soporte nació de la necesidad.
En
Calasparra todavía podemos disfrutar de algunas muestras de arte rupestre mural en lugares como "Los abrigos del pozo", donde los
calasparreños de miles de años atrás se cobijaban. Me llena de orgullo ver como los descendientes de aquellos hombres continúan con la tradición hoy
día, aunque como las cuevas de ahora pillan un poco lejos, utilizan la abundancia de paredes que el
boom de la construcción ha dejado en el pueblo para dar rienda suelta a su creatividad. Bueno, creatividad tampoco mucha, ya que en la
pintura rupestre moderna lo que mas abunda son los motivos genitales, los monigotes
porreros y la típica firma del autor.
Hace unos años apareció en el callejón de mi calle una pintura que me resulta llamativa mas que nada por el motivo, que es a la vez distinto a todos los nombrados y ya de por sí sorprendente: se trata de una representación del 11-S, con sus dos torres y la silueta del primer avión, que según la visión del artista, estaba en llamas antes de estrellarse (...ahí lo dejo, para los
conspiranoicos). Eso sí, esta representación pictórica va acompañada por el clásico
porrero ya que supongo, acompañarla de una
polla habría quedado irrespetuoso.